«Hay una completa revolución en vosotros, un cambio copernicano, un cambio absoluto y completo de mentalidad, de dirección. La ley de Cristo es ésta, dice San Pablo, portar sobre vosotros las cargas de los débiles. Tú no puedes hacer esto, por eso Jesucristo se está encarnando dentro de ti para continuar llevando sobre sí las injusticias de esta sociedad.»
Desde luego que hay cambio. Convertirse en kikiano es una revolución que los allegados advierten y se espantan de lo que perciben, por lo malo que es.

El que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos (Mt 5,19).
«Dicen algunos: "Entonces, ¿por qué a algunos los alejáis de la comunidad y no pasan?"¡No se deben confundir las cosas!»
No os lieis, porque una cosa es la ley de Dios, que el gran gurú acaba de declarar perfectamente prescindible y otra la ley del kikianismo que esclaviza, es absurda y sumamente inútil y quien se la salta, no pasa.
«Cristiano es lo que no hace daño a los demás. Entonces, si hay alguien aquí que causa daño, nosotros tendremos misericordia de él y lo amaremos; pero le diremos que lo que hace no es cristiano. Por lo tanto, no puede estar entre nosotros como cristiano. Eso no.»
Las incohetencias me indigestan. Si hubiese algún cristiano, ese es el que no tendría que entrar en lo que se supone es un catecumenado. Pero como no es un catecumenado, lo primero que sucede es que se juzga a todos (lo que es un abuso) y se castiga a los que no cooperan contando pecados.
Las incohetencias me indigestan. Si hubiese algún cristiano, ese es el que no tendría que entrar en lo que se supone es un catecumenado. Pero como no es un catecumenado, lo primero que sucede es que se juzga a todos (lo que es un abuso) y se castiga a los que no cooperan contando pecados.
«Porque sería engañar. Quien causa daño a otros no puede estar aquí, entre nosotros, como cristiano. Seremos sus amigos, lo amaremos, lo acogeremos, pero no es cristiano. Porque el cristiano no adultera, no fornica, no miente, no causa daño. Cristo no hace daño a nadie. Los pecados dañan, destruyen. Entonces, si uno se emborracha todas las noches, o es un autoritario y un déspota, y dice que esto es ser cristiano, nosotros le diremos: "No, esto no es ser cristiano. Te comprendo, y no soy mejor que tú. En tu situación sería así y peor". Pero estarás de acuerdo con que esto no es ser cristiano. ¿Estás de acuerdo? Sí. Bien. Entonces estamos de acuerdo”.

Se cumple el dicho: dime de lo que presumes y te diré de lo que careces. Porque fagocitar las parroquias no es reconstruirlas, sino todo lo contrario.
«Dime dónde existe una mayor semilla de renovación, en este momento, en la Iglesia. No quiero decir con esto que seáis los únicos. Pero en dónde hay hoy una esperanza de renovación seria para la Iglesia. Decidme dónde hay hoy una síntesis teológica real de misericordia para la gente. Por esto el Señor nos está dando una responsabilidad y normas para salvar en este lugar y en esta generación.»
No dice que sean únicos. ¡Qué va! Lo que dice es que busques a ver si hay algo peor que lo suyo.
«Por eso os digo que no tengáis miento de este escrutinio. Estate contento si podemos escrutarte. Piensa, cuando seas escrutado, que estás ante Jesucristo, incluso si yo soy un imbécil, un canalla y un idiota; cuando estés sentado hablando conmigo, en ese momento estarás hablando con Jesucristo.»
Miente. Y la prueba es que Jesús nunca invade el fuero interno ni violenta la libertad de nadie.

Tenía el problema de querer sentirse poderoso, de poder, de ser más, tenía sus complejos y todo estaba basado en el dinero. Y el año pasado no lo vimos y le dijimos: "Deja a esa mujer" y no pasó nada, no había sido liberado y no había resuelto nada.»
Lo que está diciendo es que la pifian y que les trae sin cuidado porque son unos justicieros. Tal vez humillaron y destrozaron a esa mujer a que echaron a un lado. Pero eso a ellos no les importa nada.

Porque el Señor nos ha prometido que a quien venda uno recibirá cien aquí.»
¿Vender? ¿Vender, qué? ¿Qué señor es ese que impone la venta de no sé sabe qué cosas?
«Hay mucha gente que en este escrutinio ha dado mucho dinero a los pobres y ahora vais a preguntarles si se han empobrecidos o si el Señor realmente no les ha dado el ciento por uno. Sin embargo, esto es importante, en este escrutinio debes elegir entre Dios y Mammon. Mammon es un símbolo de poder. Vender tus bienes, dar tu dinero, es un símbolo para humillarte. Ser cristiano significa humillarse, ser el último: los que tienen dinero son los primeros.
Por eso que es importantísimo que te pruebes a ti mismo en esto. Que no sientes la fuerza, que dudas, qué eres... Espera un poco, no pasa nada.
Ahora comenzaremos a escrutar, a sorteo, a aquellos a quienes les toque, y luego continuaremos los días sucesivos, por la tarde en la parroquia, para escrutar. Un peligro que corréis vosotros que sois escrutados por segunda vez es hacer comparaciones: ahora es más delicado, es más blando, está mejor que el año pasado... No hagáis comparaciones. Nosotros y vosotros somos otras personas. Y es otro momento. Para algunos seremos más suaves, para otros más duros, como el Señor quiera. Será diferente.

La convivencia termina con un salmo, un canto, una lectura breve del Evangelio al caso, el Magnificat, una colecta, el Padre Nuestro, la paz y la bendición final.
Se comunica a la comunidad la fecha del siguiente encuentro.»