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Del mamotreto de los dichos de Carmen (IX)

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Si algo caracteriza los dichos de Carmen son sus críticas acervas a la sociedad. Según ella todas las sociedades están erradas, todas han equivocado la ruta, no hay ni una sola que no haya dado la espalda a Dios, ese Dios que habla y se manifiesta en la historia de cada uno de sus hijos que, sin embargo, no se van a enterar de nada si no reciben el entrenamiento kikótico-carmenalicio imprescindible, como ya comenté en otra entrada.

 

Carmen dando explicaciones sobre lo mala que es la sociedad

A continuación, la sesuda opinión de Carmen sobre la sociedad y la ciencia:

«Nos hemos fabricado tantos ídolos con esta sociedad de consumo y de técnica a los que adoramos» (Mamotreto de dicho de Carmen, p. 103).

«La euforia de la técnica ha llevado a los hombres de esta generación a pensar que el hombre es creador de todo, de sus mismos ídolos que se ha fabricado, de los cuales va a ser víctima y se revuelven contra él. Hemos llegado a una sociedad que niega a Dios, o sea, que Dios no existe por ninguna parte» (Ibid., p. 104).

Puesto que en otra parte Carmen afirma que Dios no se ha olvidado de su criatura, sino que todo es parte de su grandioso plan de salvación, se podría decir que “hemos llegado a una sociedad” que es fruto de la acción de Dios en la historia.

Además, dudo que nadie con dos dedos de frente pueda pensar que “el hombre es creador de todo” por ser capaz de fabricar cosas. Al menos yo no conozco a nadie que se crea el creador del cosmos solo por dominar el fuego. Pero a Carmen le va la bobalicona simplicidad de achacar a la técnica y a la razón todos los males:

«Porque el ojo humano si ve lo infinito, y él no ha creado todo este infinito, y, claro, Dios mismo se ha auto manifestado dentro de la historia. Y el poder de la libertad del hombre que haya querido hasta echar fuera a Dios de la Historia, que está aquí su Palabra. Que, aun aplicando la razón y la ciencia a esta Palabra suya y a esta Historia, no sabéis el follón que han organizado Hegel y compañía, Bultmann y todos éstos, porque como Dios no cabe dentro de la razón y al querer explicar todo con la razón, han destrozado el Evangelio por todas partes (Ibid., p.141).

«Hoy la crisis de la Iglesia ha hecho que no salgan vocaciones a los monasterios, no hay chicas jóvenes por el follón que hay hoy con la juventud, que ha logrado todo este paganismo del progreso, de la técnica, y de poner al hombre por encima de Dios» (Ibid., p.263).

En 1985, decía: «Porque, ¿sabéis quién inventó la palabra “compromiso” políticamente y la puso en circulación? Un señor francés que se llamaba Jean Paul Sartre. Después que él dijo que Dios no existía, entonces, si quitas a Dios te quedas con que tienes que hacer algo en la tierra y, por lo tanto, se tienen que comprometer. Es el padre, en el fondo, de la generación del 68. Porque es muy difícil leer el libro del Capital y leer a los políticos, pero las novelitas de Camus son más fáciles; han influido mucho en la generación del 68 Sartre y Camus. Esos son los padres de este humanismo comprometido con que el hombre llegará a realizar la felicidad en este paraíso terrestre. Esta semana venían en el periódico también una serie de grandes literatos franceses que le han dado una barrida a Sartre analizándolo de arriba abajo, y echándole una serie de improperios por haber sido el padre de la destrucción de la juventud de hoy, este padre del compromiso» (Ibid., p.135).

En otras palabras, quien asume su responsabilidad, toma decisiones, no las delega en otro, no se deja llevar como un borrego. Y eso es insufrible e insoportable para quien basa su estrategia en mantener como niños perennes a los captados.

«Esto del árbol [del Génesis] que esta simbolizado, quiere decir que el hombre no puede decidir dónde está la vida y dónde está la muerte, porque es Dios el que ha creado las cosas. Con esto del árbol quería decir Dios que el hombre ha hecho la prueba de prescindir de todo y crear él las leyes y ha visto cómo le ha conducido a la muerte, porque él no es un creador» (Ibid., p.59).

La película de cambiar el bien y el mal por la vida y la muerte no es ociosa. Se trata de hacer ver que quien no agacha la cabeza ante lo que dispongan los sumos kikotistas lo que se juega es la vida.

«¿El problema moral? ¿Quién puede reglamentar lo que se puede hacer y lo que no? ¿A qué ley hay que obedecer, al jefe del estado? ¿Qué leyes hay? Porque Dios había dado unas leyes, pero como ahora ya no existen y estas leyes ahora son retrogradas, ahora quieren hacer una ética universal para poder frenar laboratorios y cosas y no hay quien lo frene. ¿Y quién hará esta ética? ¿Y de donde partirá esta ética? ¿Por votación de la democracia? Teniendo padre estamos así de locos todos, así que imagínate» (Ibid., p.278).

Fácil, ¿no? Asume tu condición de niño pequeño que necesita intérprete para descubrir dentro de sí mismo la ley natural y la ética o mejor, asume que jamás descubrirás en ti esa moralidad porque tu naturaleza es perversa y pervertida y nada podrás hacer si no dejas que te dirijan la vida los que van de sabios.

«El problema de la culpa del hombre, con el cual no han contado los marxistas ni todos los sistemas sociales de nuestra época, y así es como todos estos sistemas totalitarios ya no tienen sitio en las cárceles para meter a la gente, porque la culpa en el hombre existe y el pecado está dentro del corazón del hombre. Por más que quieran que por fuera funcionen bien las cosas, no tienen medios para poder detener las manos del hombre para hacer el mal. Con todo esto, quiero decir la necesidad de reconstrucción de la Iglesia para que pueda evangelizar a un mundo que nos está absolutamente esperando» (Ibid., p.139).

Es más, ojito porque tanto no hacer caso a la musa iluminada Carmen puede llevar a la destrucción total, que lo vaticina ella misma allá por 1985, en el tostonazo de inicio de curso:

«¿Sabéis cuál es el problema más grande que tiene nuestra historia? No creáis que es la bomba atómica, que las tenemos abundantes, capaces de destruir la tierra, y no sé si los planetas que la rodean también. El ataque más grande que existe hoy… ahora toda la ciencia está investigando el árbol de la vida, está queriendo tocar el árbol de la vida. Primero ha tocado el árbol del Bien y del Mal, y hoy la genética empieza a manipular el códex humano, lo cual puede llevar a una bomba genética que no tiene ni comparación con la atómica. Podemos llegar a crear animales gigantescos, plantas enormes que pudieran acabar con el hambre en el mundo, y podemos llegar a construir un monstruo de hombre, hombres en serie, muchas cosas, tocar el árbol de la vida. Que el problema que tiene esto, lo están viendo los genéticos, es que pueden venir virus y enfermedades desconocidas para el hombre que serán su propia destrucción. Esto es mucho más importante todavía que la guerra nuclear, este problema que se presenta con la genética» (Ibid., p.121).

En resumen, que toda la sociedad está mal, pero Carmen tiene la solución, ella sabe cual es el modelo que hay que imitar:

«Mientras que Israel tiene como fundamento de su existencia el transmitir a la siguiente generación y que universalice en 70 lenguas lo que es el Camino de la Vida, de dónde viene el hombre y a dónde va... O sea, cómo atravesar los problemas de la muerte, del desierto. Y esto, en comunidad. Por eso, también tiene una relación, no solo individual, sino, además, el Dios de la sociedad, una sociedad que se crea, que será un pueblo» (Ibid., p.553).

Carmen quiere crear una sociedad nueva en la que ella sea la suma pitonisa. Nada nuevo, siempre ha sido esa la finalidad del camino que no lleva a ninguna parte.


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