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Camino Neocatecumenal en Roma (II)

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2ª parte del artículo que Alfonso Vicente Carrascosa Santiago, de la 2ª comunidad de Nuestra Señora del Tránsito, ha escrito acerca de la llegada del Camino Neocatecumenal a Roma para acabar proyectándose sobre lo que quiera que acontezca en adelante.


Después don Dino los llevó a vivir en la sacristía de una parroquia de Roma, a Carmen le buscó un sitio en un monasterio cercano de las monjas de Sta. Brígida. Después comenzaron a visitar con él a algunos párrocos, a los que se les decía lo que era el Camino [Si no había nada pre-establecido, si todo fue surgiendo sobre la marcha, si no se trataba de un proyecto ya trazado ¿cómo pudo ser que se explicara lo que era algo que todavía no era? Sería gracias a la visión de rayos X sideral que si no…], y los párrocos decían que todo eso estaba muy bien, muy bonito, pero para España, ya que en Roma las parroquias estaban muy bien y no necesitaban nada de eso. Al poco tiempo Kiko y Carmen plantearon a Don Dino que sentían de Dios ir a vivir entre los pobres a esperar a que Dios se manifestase [Y de las dos cartas de recomendación, no se acuerda nadie]. Como nació el Camino entre los pobres de Palomeras, allí se fueron, la parroquia de San Judas Tadeo, rodeada de un barrio lleno de barracas llamado “Borghetto Latino”.
Una monja que asistía socialmente a los pobres, habló con una familia que tenía un gallinero y les dijeron que les dejaban la mitad del gallinero. Trajeron unas uralitas y unas puertas que encontraron en la basura, consiguieron una cocina eléctrica [Gallinero con toma de electricidad, lo normal en cualquier poblado de barracas], etc. La estancia era muy estrechita, tenía 3 metros por dos. Allí pusieron unas literas. También fueron dos seminaristas con ellos, Jesús Blázquez fue uno de ellos [El camarote de los hermanos Marx lo inventaron estos]. Les acompañó al principio un sacerdote de Sevilla que estuvo un tiempo con ellos.
Carmen encontró a una señora que la dejó una barraca cercana y allí un grupo de jóvenes fueron por el barrio latino, estuvieron en la barraca de Kiko, se quedaron impresionados y le invitaron a un congreso en Nemi, donde había jóvenes de comunidades de base.
En un aula magna llena de jóvenes -grupos de ideología de izquierdas entonces de moda- le pidieron que diera su testimonio. Les llamó a un pequeño grupo la atención el testimonio dado, sus pintas con barba larga, anorak verde, etc., y le invitaron a una experiencia que estaban haciendo de una Misa con guitarras, en una cripta de una parroquia que se llamaba Mártires Canadienses. Con ellos celebraba un presbítero sacramentino, don Guillermo Amadei, y un grupo de chicos todos con guitarras; habían hecho un canto sobre Pentecostés y otros. Le invitaron a esa Misa; todo lleno de chicos sentados alrededor del altar, un desbarajuste, pero enormemente viva.
Le preguntaron qué le parecía y les dijo que no se renovaba la Iglesia con las guitarras, sino con el anuncio del kerigma y el Misterio Pascual. Le dijeron que qué era eso, y entonces invitó al grupo que dirigía a todos estos jóvenes a una convivencia en una casa en la montaña [Magnánimo el chico, vive junto con dos o tres más en medio gallinero pero “invita” a no se sabe cuantos a una convivencia en la montaña], tras la cual le plantearon empezar en la parroquia, eso sí, invitando a algunos adultos para que aquello no pareciese un grupo de jóvenes; adultos como Franco, Margarita, Giampiero, etc.
Con ellos se empezaron las catequesis y el 2 de noviembre de 1968 nació la 1ª comunidad de Mártires Canadienses con 70 hermanos [Entonces en Mayo del 2018 todavía no se cumplen los 50 años. No deben ser de ciencias estos chicos], de los cuales viven cerca de 60, están todos, ninguno se ha marchado, una cosa sorprendente después de 50 años [Lo que me sorprende es que los 60 no se reúnan en el medio gallinero con capacidad para cuatro o más personas, cada uno en su litera]. Esta comunidad tuvo 100 hijos y otros tantos nietos [Una birria que en nada ayuda a las estadísticas del CNC]. En Roma hay hoy más de 100 parroquias en las que está abierto el Camino Neocatecumenal, y cerca de 500 comunidades, todas llenas de jóvenes, y más de 80 de las cuales han terminado ya la iniciación cristiana según el carisma del Camino Neocatecumenal [Casi 50 años después, sólo 80 han terminado el CNC. Su eficacia deja mucho que desear, obviamente].
Apoyados en su experiencia previa en las barracas de Palomeras en el año 1964, decidieron irse a vivir con los pobres a las chabolas del Borghetto Latino de Roma a la espera de que el Señor les manifestase su voluntad abriéndoles una puerta [¿Otra vez va a contar lo mismo? Pues sí, ya se sabe que en el CNC se repiten más que el ajo], y fue otra vez en este ambiente de pobreza donde todo comenzó de nuevo, como en Palomeras Altas en Madrid. No hubo un plan preconcebido, sólo el apremio del Amor de Cristo por evangelizar. Fue Dios quien organizó todo.
Antes de empezar las catequesis se presentaron al cardenal Dell’Acqua para pedirle el permiso de predicar en su diócesis, como siempre hacían [¿Por qué no fueron desde el principio, si desde el principio la intención fue hacer algo en alguna parroquia?]. Les acompañaba ya un sacerdote de Bolonia, don Francesco Cuppini, que se les había unido con el permiso de su obispo. El cardenal vicario les escuchó con atención y les autorizó a empezar las catequesis, siempre que el párroco estuviera de acuerdo. Les mandó ir a hablar con el entonces vicegerente, Monseñor Ugo Poletti, que pronto llegaría a ser el cardenal vicario, y que después de un modo providencial, durante tantos años, ayudaría y defendería al Camino. Al final de todo este proceso, nació la primera comunidad neocatecumenal de Roma, con cincuenta hermanos, en la parroquia de Mártires Canadienses [El problema de repetirse más que el ajo es que incurren en incoherencias. Antes se aseguraba que 50 años después quedaban 60 de la primerísima comunidad romana y ahora han mermado sin matar de viejo a nadie]. Al año siguiente dieron catequesis en las parroquias de Santa Francesca Cabrini, la Natividad y San Luis Gonzaga, en Parioli.
En ésta época y en Roma comenzó también las catequesis en la Parroquia de la Nativitá el actual presidente de la Conferencia Episcopal Española, el Cardenal Ricardo Blázquez, que había conocido el Camino con anterioridad en Ávila. El Cardenal Blázquez refiriéndose a esta época ha escrito recientemente en “Diarios” de Carmen Hernández: “Yo conocí a Kiko y a Carmen hace aproximadamente cincuenta años, en los primeros balbuceos del Camino Neocatecumenal, sobre todo en Roma y Ávila. Seguí las catequesis en la parroquia de la Natività, donde caminé el tiempo en que se prolongaron mis estudios en Roma. Tuve la convicción de que algo nuevo, de gran vigor y alcance, en sintonía con el Concilio, estaba naciendo; me impresionó particularmente la actualización de la teología de san Pablo a la existencia del hombre actual. Kiko y Carmen, junto con un presbítero, formaban el equipo de los iniciadores del Camino, una palabra en que resuena el eco de los Hechos de los Apóstoles”.
Sería precisamente en Roma cuando, poco después, el Espíritu Santo le haría al Camino Neocatecumenal el enorme regalo de incorporar al Equipo Internacional Responsable como presbítero itinerante al Padre Mario Pezzi, entonces Misionero Comboniano. Su vocación misionera, su experiencia personal de fe, y su sólida formación teológica, aportaron al Camino el dinamismo necesario para llegar a conectar con el Concilio Vaticano II [¿Pero no decían que eran fruto del CV? ¿No decían que desde el principio la intención de categoría superiorísima era hacer carne el CV? Pues ahora resulta que no, que no tenían nada que ver y hubo que conectarlo artificialmente].
 

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