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Control mental. ¿Algo que ver con el Camino Neocatecumenal? (XII)

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En su libro, S. Hassan incluye numerosos testimonios de ex-miembros de grupos coercitivos practicamtes del control mental. De entre esos testimonios uno me llamó la atención, quizás porque demuestra que todo está ya inventado, también los eskruticidios.



¿Qué tiene que ver esto con ser cristiano?
Gretchen Callahan se adhirió a una pequeña secta bíblica fundamentalista en el sur de California llamada Truth Station (Estación Verdad).

Sus miembros eran dirigidos por un hombre convencido de estar en comunicación directa con Dios, vivían juntos en una misma casa y el adoctrinamiento ocupaba la mayor parte de su tiempo. Creían ser las únicas personas que vivían como «auténticos cristianos», y creían también en la curación por la fe.

Gretchen me describió las largas reuniones del grupo en un atestado salón enel que el líder se pasaba horas sometiendo a los adeptos a la «silla caliente», donde los insultaba y humillaba mientras todos los demás miraban. «No estaba permitido levantarse para ir al lavabo durante la reunión. Todos tenían que quedarse y ser parte del proceso», me dijo Gretchen. Pretendía que los miembros creyeran que el «pecado» de cada uno de ellos debía ser «sacado a la luz» para destruirlo. Nadie sabía quién sería el próximo en sentarse en la silla caliente, y todos suspiraban con alivio para sus adentros cuando el llamado era otro.

El grupo tenía su propia jerga especial para abordar los problemas. Dudar de la autoridad del líder, por ejemplo, era «abrir paso» a los espíritus satánicos.

Verdaderos creyentes... ¿Creyentes en quién?
Aceptar sin reservas la infalibilidad del líder y la interpretación de la Biblia enunciada como «la verdad» (es decir la versión de la verdad que tenía el líder) se consideraba el distintivo de un «verdadero creyente». Los seguidores llegaban a cualquier extremo para demostrar que eran «verdaderos creyentes».

Un joven a quien Gretchen se refirió sólo como David, que contaba 26 años en la época en que ella entró en la secta, notó el sutil poder del grupo cuando le presionaron para que se volviera más espiritual. Como demostración del compromiso con el grupo y para ganar una mayor aceptación, decidió dejar de tomar la insulina para su diabetes, en la creencia de que Dios le curaría. Los miembros aplaudieron su fe y lo animaron a que tirara la insulina, cosa que él hizo.

En cuestión de días, la salud de David empeoró a ojos  vista, y después de una semana el líder organizó equipos de oración durante las veinticuatro horas del día. El equipo de Gretchen era el que estaba de guardia cuando David exhaló su último suspiro. No obstante, el grupo, azuzado por las imperiosas exhortaciones del líder, estaba convencido de que David resucitaría, y rezaron durante quince horas junto al cadáver. El padre de David, en aquel entonces colíder de un grupo, golpeaba el pecho de su hijo muerto, exorcizando a Satanás y al Ángel de la Muerte, mientras' sacaban de la habitación a la madre porque su dolor y su angustia se consideraban una «debilidad espiritual».

Gretchen sostuvo la mano de David gran parte del día, hasta que el cadáver se volvió de color azul y rígido por completo.

Incluso después de que llegara la policía y el forense ordenara el levantamiento del cadáver, todos los miembros creían aún que el joven volvería. Durante los tres meses siguientes al fallecimiento, se le guardó sitio en la mesa, y los miembros (incluidos los niños pequeños) tuvieron  visiones, sueños y profecías sobre su resurrección.



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