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Más razones para no entrar en el Camino

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En esta entrada voy a explayarme un poco sobre otra buena razón para no acercarse nunca al Camino.

El motivo es que te harán renegar de tu historia.

En otras palabras, para el CNC lo que tú hayas vivido antes de entrar en una comunidad no sirve de nada porque estaba contraminado por la corrupción y la podredumbre. Detestan con todas sus fuerzas las historias de infancias felices, de juventudes sin caídas en vicios patológicos, de adultos equilibrados que no viven enfrentados a sus hermanos por la herencia del abuelo.

Para ellos, todo eso son pájaros y flores que demuestran que estás alienado y que tienen que arrancarte la venda para que puedas ver y reconocer que en realidad toda tu vida anterior a ellos ha sido una mierda pinchada en un palo.

A ver si lo entiendes: en realidad tu infancia fue dramáticamente infeliz porque tenías que competir con tus hermanos por el amor de tus padres o, si no tenías hermanos, con quien competías es con tu progenitor por el amor del otro progenitor, ¿entiendes? Sea como sea, de lo que se trata es de que interiorices que tu familia no era un lugar seguro, ni cálido, ni acogedor, sino que era la jungla donde todos competían contra todos por el sustento.

La juventud, esa época que tu crees recordar como la de tus primeros revoloteos, las primeras manitas, las salidas con amigos y también la de empezar a tomar decisiones por tu cuenta y asumir una responsabilidad creciente sobre ti mismo, te dirán que fue la etapa del desparrame, que solo vivías para ti mismo, que no te importaba nada ni nadie y que nada te llenaba porque en el fondo estabas muerto.

Es un paso más, primero presentan la infancia como una etapa tenebrosa de lucha por la supervivencia que provoca heridas y cicatrices indelebles, pero aún no estabas muerto del todo, solo muy lastimado. Pero entras en la juventud y entonces aseguran que con ella llega la muerte óntica, porque ese es el discurso que han aprendido como loros que son. Convéncete, tu juventud no fue sana ni satisfactoria, fue un desastre, te dejaste arrastrar y llevar de un lado a otro por tu afán de encajar en algún grupo. Te zarandearon y te sometiste para ser como todos los demás, en suma, te destruyeron.

Pero resulta que lo que los lorokistas dicen que hicieron otros en tu pasado es en realidad lo que ellos hacen contigo en el Camino.

Y en cuanto a tu etapa adulta fuera del CNC, dirán que vivías alienado por el trabajo, por la búsqueda del éxito y el reconocimiento, por el afán del dinero, por la necesidad de aparentar. Pobre de ti, ciego iluso, como se te ocurra llevarles la contraria y defender que tú eres creyente desde tu más tierna infancia, que siempre has ido a misa, primero con tus padres y después por tu cuenta, que no te llevas mal con ningún hermano, que das al trabajo y al dinero la justa importancia que tienen pero que no son el motor de tu vida y que no vas por la vida con una careta de buenecito.

Se reirán de ti y te sugerirán, ya que eres tan pío, que hagas moverse una montaña. ¿Cómo? ¿Qué no puedes? Ves, lo que los lorokistas te decían: en realidad lo tuyo es pura fachada para ocultar la podredumbre de tu interior, ¿entiendes?

Harán uso de la burla y del escarnio hasta que o bien recules e inventes un pasado amañado en el que todo fue malo aunque tú no te dabas cuenta hasta que ellos te lo “iluminaron” o bien les mandes a freír espárragos, en cuyo caso te tildarán de soberbio y endemoniado y se quedarán tan frescos.

Así que, si no quieres tener que reconstruir tu historia y tus vivencias anteriores al CNC para acomodarlas a las neuras de unos trastornados, no te acerques al Camino.

Me viene a la memoria lo que me contó en una ocasión una hermana de comunidad.

No sé cómo salió el tema del primer amor, la primera vez que te fijas en alguien y decides que vas en serio. Como suele suceder, su primer enamoramiento tuvo lugar con alguien de su grupo de amigos; salían juntos en pandilla, no en pareja, y él no llegó a enterarse de que ella tuviese algún interés especial, pues sucedió que mientras ella meditaba si sí o si no, él sorprendió a todos sus amigos con la declaración de que tenía intención de entrar en el seminario.

Un final feliz y un motivo de alegría en mi opinión.

Ahora bien, lo interesante es cómo ella contó la impresión que le causó la noticia. Durante algún tiempo se sintió pesarosa, se resistía a aceptar que su primer intento de ligue fracasase antes de empezar, pero a la misma vez sabía que todo estaba bien y que debía alegrarse de que él hubiese encontrado el Amor con mayúsculas. Sentimientos naturales, comprensibles ambos.

Lo curioso es que de la misma forma que veía que no había necesidad de justificar el pesar que la embargó ante una ilusión frustrada, sí que hizo todo lo posible para que su audiencia entendiera que su aceptación de que todo estaba bien y que Dios era bueno procedía de “esa fe inmadura y contrahecha, insuficiente y trufada de religiosidad natural” que tenía antes de entrar en el Camino.

A toda costa había que dejar claro que si se alegró por él no fue porque ya entonces, antes del Camino y sin ninguna necesidad de este, conociera a Dios y la fe guiase sus pasos, claro que no, porque la fe y el conocimiento de diosito están reservados para los verdaderos kikokúmenos, de modo que lo que sucedió fue que la religiosidad natural sirvió de apaño.

Porque también arrancarán de tu pasado la fe transmitida por tus padres para sustituirla por kikadas.

Por todo ello, no te acerque al Camino, porque ningún árbol malo puede dar fruto bueno.

 


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