¿Qué ha hecho el Camino con vosotros? ¡Ha tomado este barro que son vuestros pecados y os los ha puesto en la cara! ¡Os ha ensuciado! ¡Qué crueldad, qué horror, no queríais veros! Traigo a colación una vez más que el Evangelio deja claro que el ciego no era ciego por sus pecados ni por los de nadie. Pero en el kikismo no se puede hacer nada sin conocer los pecados de los demás, porque sin ellos, no te pueden gobernar.
Traigo también a colación que muchas veces se ha dicho en este blog que el objetivo de los rollos kikos y de sus escrutes es obligarte a exponer tus pecados. Ellos intentan negarlo, pero aquí, una vez más, su gurú les deja con el culo al aire.
Yo, que he pasado toda mi vida creyendo que el otro... Yo, que siempre he juzgado eso y resulta que... Ya veis, también tú caíste: tal vez fornicaste, tal vez murmuraste, ¡tú también! Entonces, Cristo te ha puesto delante de tus pecados, los has visto claramente.
Traducción: los kikotistas te ha interrogado sobre tus pecados, te han hurgado hasta que tú los has contado, o bien otros les han ido con cuentos –juicios y murmuraciones- y ellos te han exigido someterte a tales cuentos.
Y luego has querido lavarte, lavarte porque has visto esta inmundicia. Y lavándote de los pecados, ¿qué viste? ¿Qué has visto? ¿Qué viste lavando tus pecados? Que Dios te ama, que no sintió repugnancia de ti, un pecador, sino que dio la sangre de su Unigénito por tus pecados, por ti. ¡Él te ha amado así! Has visto que has pecado, has pecado y te ha perdonado: una, dos, tres; 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11; 100, 200, 300 si quieres continuo aquí toda la noche ... ¡Mejor no!
Tiene delito. Nadie necesita un escruticidio para ver el amor y el perdón de Dios. Más bien donde no existe ni amor ni perdón es precisamente en un escruticidio. Por eso has seguido pecando 300 veces y todas las demás veces. Porque las mentiras kikas no curan nada ni sanan nada.¿Hasta cuándo pecaremos? Hasta que experimentemos la misericordia de Jesús de Nazaret, de Dios. Entonces descubrimos que es el amor, un amor nuevo; porque en el mundo incluso las prostitutas aman a sus hombres, si son buenos. ¡Todos amamos a quienes son buenos!
¿No habías descubierto que tú eras incapaz de amar, de pasar al respon y no sé qué otras papanatadas? ¿No habías aprendido que tú no podías amar a nadie y que por eso estabas ciego? El incoherente gurú se descuida y su mentira queda patente. Antes sí amabas, en el CNC lo que aprendes es a machacar al otro sin remordimiento, porque te matan por dentro.
¿Pero quién ama lo malvado? También los pecadores aman a sus amigos, dice el Señor Jesús, pero ¿quién amará al enemigo, al malvado, a quién es tu enemigo? Por eso dice Jesús: ¡Amad a vuestros enemigos! ¿A quién? Yo era un enemigo de Dios y él me lavó, y vi. Antes no veía. ¿Qué es lo que no veía? Antes era ciego. Entonces, ¿qué tenéis que decir en las casas? Hermana, hermano, antes yo era un ciego, mira, porque no veía el amor de Dios en mi vida. Me pasé la vida murmurando contra mi marido, que era un tirano; me pasé la vida murmurando contra Dios porque no me he casado, o porque me casé o porque soy un solterón; porque tenía que estar con mi madre enferma; porque tuve que trabajar como una loca, o como un loco: y nunca había visto el amor de Dios en mi vida. No hemos visto la Luz del amor de Dios, porque somos ciegos.
En cambio, desde que estoy en la comunidad y me tratan a dentelladas y patadas y me escupen por todos lados, me da un gustito…. Entonces, ¿por qué Dios permite esta realidad de ceguera en la que se encuentra el mundo? ¡Para qué se manifieste en el mundo la obra de Dios! ¡El amor, la obra de Dios es Cristo crucificado! Cristo que viene al mundo para dar vista a los ciegos, para dar este amor.
Recuerdo que en un pequeño pueblo una hermana va a una casa, llama y dice: "Hermana, hermana, ¡buenas noticias! Te traigo una buena noticia: ¡yo estaba ciega y ahora veo!" y la otra dice: "¡No me digas! No sabía que estabas ciega". Creía que ella estaba realmente ciega, físicamente ciega. Era un pueblo pequeño, un pueblo pequeño donde todos se conocían, y la otra lo dijo en este sentido... Y se extendió por todo el país: "¿Sabes que ella era ciega?". Está bien, hermanos.
¡Qué raro que no se extendiese también por Marte! Las tonterías que suelta el payo. Un pueblo pequeño donde todos se conocen y todos sufren delirio y se creen que la que veía era ciega.
Entonces te pregunto: ¿cómo se te abrieron los ojos? ¡En realidad este hermano, dirá la gente, ha cambiado! Antes era un tipo que se pasaba la vida buscando el afecto de todos, pegajoso; ahora es más libre, ahora es autónomo, ahora ya no es un mendigo por dinero y afecto como lo era antes; es un tipo distinto, ha crecido.
Todo lo contrario. Antes era libre, iba donde quería, ahora otros dirigen su vida, le dicen donde tiene que ir, que tiene que hacer y que decir, incluso dirigen su forma de vestir y su vida familiar. Es distinto, ha perdido su libertad.Pero, ¿cómo recobraste la vista, cómo te volviste diferente? ¿Cómo no eres esclavo como toda la gente, que pasa su vida mendigando amor y pidiendo dinero? ¿Qué han hecho contigo? Y tú tendrás que decir: "Mira, en un camino neocatecumenal, ¿sabes lo que me hicieron?
Algo que también se ha advertido infinidad de veces en este blog es que los saraos que organizan los kikos son proselitismo sin mezcla de bien alguno. Fíjate bien: a lo que vas a las casas es a decir que tú “en un camino neocatecumenal”, dejaste de ser tú para convertirte en un triste zombi.
Mezclaron la Palabra de Dios con mis pecados -gracias a Dios, porque si no...-, y me lo pusieron así, en los ojos, delante y vi que yo, que me creía tan bueno, ¡estaba ciego y no veía mis pecados, ni veía el amor de Dios! Me consideraba bueno y, como me creía bueno, exigía a todos que me amasen.
Traducción: tergiversaron la palabra de Dios para acomodarla a intenciones mundanas según las cuales Dios tiene que dejarte pecar porque de lo contrario no puede salvarte y aberraciones por el estilo.
Entonces el Señor se apiadó de mí, yo era muy infeliz; lo único que sé es que era ciego, ¡y un ciego es infeliz!
Era infeliz, y juzgaba a mi esposo, a mi hija, el trabajo, siempre exigiendo, siempre murmurando, siempre juzgando a todos, juzgando a todos -los exigentes, jueces, ¿eh? ¡Satanás! ¡El Acusador!-.
Otro sinsentido. Porque hay que estar muy kikotizado para no ver que es incompatible pasarse la vida murmurando, juzgando a todos y exigiendo de todo con creerse más bueno que nadie. Es algo que solo cuadra en un cerebro destruido por la kikotina.Entonces el Señor me hizo ver que yo estaba equivocado. Como dice San Pablo, las escamas cayeron de mis ojos. Vi que yo, que pasé la vida juzgando a los otros, era más pecador que ellos o tanto como ellos; que yo también era envidioso, por eso juzgaba. Que yo también era avaro y no quería reconocerlo y decía: ¿Yo atado al dinero? ¡No, nunca!" -¡Pero tú también estabas muy apegado al dinero!- No querías reconocerlo ni delante de la esposa ni delante de los hijos ni delante de nadie, ¿Por qué no quería ver mis pecados, por qué era ciego? Porque no podía aceptar ser imperfecto, porque en el mundo a los imperfectos no se los quiere. Y yo necesito mucho amor. ¿Cómo podría reconocer mis pecados si... si los reconozco, no me aman? Por eso me vestía bien y aparecía con una máscara, así, sonriente, educado, porque ¡Figúrate! Si me ven un defecto, a quien tiene un defecto le dan un golpe a la cabeza en el mundo, ¡como se ha hecho siempre con todos los débiles!
En realidad lo que está describiendo es lo que se hace en el Camino con los débiles y con todos aquellos sobre quienes creen tener poder porque les han desnudado en público.
Así que estaba incapacitado para ver mi realidad profunda y lo único que sabía es que era infeliz. Algo no funcionaba porque no era feliz, no tenía felicidad.